miércoles, 26 de noviembre de 2014

#130 NUEVO ORDEN



El orden mundial hasta entonces conocido acabó con el nombramiento de un único presidente global. Muchos se disputaron este puesto, aunque la mayoría estaba convencida de que el ganador, el presidente Grant, conocido antes como Presidente de los Estados Unidos de América, saldría victorioso. Tenía sentido que el que fue presidente del país más poderoso del mundo se alzara con la corona, la llave o la batuta. Como se acordó, el resto de gobernantes reportarían directamente al poseedor del despacho oval. Y así sería durante los siguientes cuatro años hasta unas nuevas elecciones. La ley obligaba a los demás dirigentes a apoyar todas las iniciativas de las que el nuevo presidente global también tenía por ley obligación de informar a nivel mundial. Una de aquéllas fue la eliminación del concepto de telefonía móvil que hasta entonces se conocía. Todas las operadoras telefónicas debían de cambiar el concepto que reinaba hasta entonces por algo novedoso que se presentaría a concurso para decidir cuál era el que mejor se adaptaba a la intención de esta ley. La ley no pretendía un mero avance tecnológico, sino una mejora en la salud a nivel global. Si bien no todos los ciudadanos mundiales disponían de dispositivos móviles, sí se consideró que el concepto que se erradicaba perjudicaba en varios aspectos al usuario. Superado el mito de que las ondas producían cáncer, estudios de diversos equipos de diversos países habían llegado a la conclusión de que la fisionomía humana estaba evolucionando, y el homo erectus et sapiens-sapiens encorvaba su espalda y doblaba su cuello por el simple hecho de prestar atención a su dispositivo, lo que aparte de crear humanos más pequeños, en origen llevó a cuantioso expendio en tratamientos para dolores musculares y articulares. Muchos años costó llegar a un acuerdo global respecto a una tecnología que evitara esta descompensación y antilógica evolución. Pero se consiguió. El Presidente Grant ya hacía mucho que había dejado el poder global. Sus sucesores elegidos en las urnas prosiguieron esta labor, desde el Presidente Hong, de la antigua China, pasando por el Canciller Dinkelaker, de la antigua Alemania, hasta el dirigente al mando entonces Presidente  Manchado, de la antigua Argentina. Manchado comenzó una no pretendida guerra civil al decretar la prohibición total de los antiguos terminales.

En la antigua ciudad de Nashik, a pocas horas al noreste de Mumbai, existía la última fábrica ilegal de terminales antiguos y uno de los bastiones más fuertes de la guerrilla. Desde Nashik se fabricaba y distribuía a gran escala a nivel global. A pesar de que el Presidente Manchado se había deshecho de los principales líderes tecnológicos antagónicos a su mandato, nuevos sucesores se alzaban en las profundidades del submundo para dar continuidad al mercado de terminales y aplicaciones móviles de contrabando. Aunque Manchado creía haber acabado con la cúpula y los negocios de Apple, Samsung, Google, Facebook y Whatsapp, éstos resurgieron en la oscuridad para librar esa batalla y seguir dando a la humanidad lo que la humanidad demandaba. La nueva tecnología impuesta por los presidentes globales era buena, muy buena. Tal vez solucionara esos problemas que sirvieron de excusa para comenzar una nueva era de telecomunicaciones. Pero era muy cara, casi inaccesible a la mayoría de las personas. Por lo tanto, ni siquiera las ayudas económicas que el gobierno global dio sirvieron para cubrir la una sustitución total de tecnología. Imposible.

Ronald Atkinson, supervisor de la fábrica, estaba a punto de apretar el botón de final cambio de turno cuando escuchó un silbido constante que llegaba por encima del ruido de la maquinaria. Se asomó por la puerta, pero no le dio tiempo a mirar hacia el cielo. La pesada bomba impactó directamente sobre donde él se hallaba. Acabó con su vida y la de todos los trabajadores de la fábrica clandestina, la cual ardió durante días.

El presidente Manchado fue felicitado directamente en su despacho por el resto de dirigentes regionales. La guerrilla había sido sofocada y no tenía ya sentido que siguiera existiendo otra en cualquier otro lugar. Cuando dejaron al Presidente a solas, se sentó detrás de su mesa y se relajó. Abrió el cajón de abajo cerrado con llave, sacó su iPhone y, agachado y a escondidas, le envió un Whatsapp a su esposa: “Cariño, lo he conseguido. Te veo en unas horas.”





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