miércoles, 5 de noviembre de 2014

#127 HISTORIA INACABADA



La mesa cojeaba. Me altera la facilidad que tienen las mesas de las cafeterías para que no te sientas del todo cómodo. Siempre he pensado que está hecho a posta para que no estés mucho tiempo sentado y dejes sitio para otros clientes. Soy muy fan de las teorías de la conspiración. Lo apunto en la servilleta que tengo al lado del platito sobre el que descansa mi café con leche a temperatura de magma volcánico. Llevo cuatro frases escritas y no consigo hilarlas para escribir mi pequeño relato.

Fijo la mirada en el charco de café que se ha formado en el plato, consecuencia del cojeo de la mesa. Si tienen mesas que cojean deberían llenar menos los vasos. No sé si es dejadez. Lo apunto. Cinco frases. Aún no tengo hilo conductor.

Debería haberme puesto en la barra. Pero la barra la habitan unos señores con camisa blanca, bien entrados en edad, de esos que no sienten ninguna necesidad de ser amables con los clientes. Saben que volveremos a entrar a escuchar sus secos buenos días, a beber de sus vasos desbordantes en una mesa que cojea. Somos muy de costumbres fijas. Da igual que nos traten mal que repetimos. Es una especie de vena mártir que nos atenaza. Vena mártir que nos atenaza. Me gusta. Lo apunto. Siete frases.

Prefiero la mesa. Así no se me sienta nadie al lado. Además, el ser simpático de la barra no hace más que pasar una bayeta para limpiar y hace que los clientes levanten los platos del café. Así que el charco termina por formarse igualmente. Ningún pulso consigue que el negruzco café deje de desbordarse. Ya lo he dicho. Llenan mucho los vasos. Además me da mucho asco volverme a apoyar en la barra tras el paso de la bayeta. Deberían prohibir el uso de esos trapos. Son un cúmulo de bacterias que deja unas marcas mates en la barra. Son un nido de gérmenes. Los gérmenes no gustan. A veces los humanos tampoco. Lo apunto. Ocho frases y la servilleta llegando a su fin. Si no consigo hilvanar cada una de ellas me las llevaré a casa y les daré una vuelta. Estoy contento con las frases de hoy. Pero les faltan las muescas que hacen que todo encaje. Y sin muescas son frases inconexas. Bien podría servir para una canción de Sabina. Pero no para un relato.

Definitivamente tendré que seguir en casa. No soporto más el balanceo de la mesa. Si me apoyo se va para un lado, si me incorporo para el otro. El magma volcánico empieza a dejarse beber. Lo hago sin levantar el vaso, apoyando los labios sobre el cristal con todo el cuerpo echado para adelante. Toco el vaso. Creo que puedo levantarlo sin acudir después a urgencias con quemaduras de tercer grado en las yemas de los dedos.
El charco de café del plato ha dejado restos en el fondo del vaso. Por fuera. Según lo levanto un chorro de líquido pardo se desparrama sobre la servilleta haciendo correr toda la tinta de la pluma que dio forma a las frases. Mis frases que tanto me gustaban. Ya no están. Ni para Sabina ni para relatos.


Blasfemo, pago y me voy. No sin antes tirar la servilleta a la papelera y rumiar un desagradable hasta luego al ser de la barra.

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