martes, 3 de diciembre de 2013

#80 CITA A CIEGAS




―Me llamo Pablo. ―Extendió su mano.

―Natalia.

―Ah, muy interesante.

―¿Qué tiene de interesante?

―Bueno, suena a chiste, pero esta noche había quedado con una chica que se llama Natalia también. Nos hemos conocido por Internet y jamás he hablado con ella. Ni siquiera he visto una foto suya.

―Pues qué coincidencia, yo también pienso que suena a chiste. Nunca habían intentado esa maniobra conmigo.

―En serio. Bueno, no importa. ―Pasaron unos cuántos segundos en silencio―. ¿A qué te dedicas?

―No te ofendas, pero no me apetece tener esta conversación ―atajó ella cortante.

―Está bien. Solamente pensaba que, como es posible que tengamos que estar un rato aquí, podríamos charlar. ¿Qué ibas a hacer tú hoy? Si crees que es mucha indiscreción, puedes inventarte algo.

―Está bien. Pues… ―Miró hacia el techo con evidente intención de creatividad―. Digamos que yo también tenía una cita con alguien.

―¿Ah, sí? ¡Qué casualidad! ¿Y ese alguien es tu novio? ¿Tu marido?

―No creo haberte dicho que fuera un chico.

―Tienes razón. Es lo lógico, por lo menos para mí, pensar que una chica tenga una cita con un chico y no con otra chica. No es que esté en contra, entiéndeme. No soy para nada homófobo. Pero tal vez tradicional. Sí, puede que sea eso. Honestamente creo que la homosexualidad aún no está normalizada y por eso no lo he interiorizado con naturalidad. Pero, en fin. A favor, ¡claro que sí! Es más, tal vez todos deberíamos al menos probar una relación homosexual al menos una vez para estar seguros de que seguimos realmente lo que queremos. Eso es. ¿No te parece, tú que sabes de estas cosas?

―Eso, cerebro de troglodita, es una gilipollez. ¿Por qué no mejor te metes a cura para estar seguro de que no tienes vocación? ―Y se giró para mirar hacia otro lado mientras se lamentaba haber salido de casa aquella noche.

―Cierto, no será necesario probar todo para saber que no lo quieres. ¿Ves? Soy demasiado tradicional. Y además me pone un poco nervioso hablar con una lesbiana. Por eso hablo tanto y tan deprisa. Me pasa desde pequeño. Cuando me pongo nervioso, en lugar de callarme y escuchar… ¡hala!... me lanzo a rajar como un loro. No lo puedo evitar.

―¿Lo has intentado alguna vez?

―Eeeeh… no. Pero es que me supera. Fíjate, nunca he conocido a una lesbiana y me parece muy interesante…

―¿Qué es lo que te parece interesante exactamente? ―le interrumpió.

―Pues… eso. Lo del sexo y todo lo demás. Por ejemplo, no entiendo muy bien cómo se ven parejas de lesbianas en las que una claramente es la machota, con su aspecto de tío por su ropa, sus maneras, su corte de pelo, etc. ¿No es que a las lesbianas les gustan las mujeres? ¿Por qué a una lesbiana le gusta una mujer con pinta de hombre? Y en la cama, ¿cómo se puede tener una relación completa sin un pene de por medio?

―Creo que si sigues hablando te voy a partir la cara y si tengo ocasión arrancarte el pene ése del que hablas.

―Bueno, tampoco es para ponerse así. Me has preguntado.

―Creo que me sobra el ciento uno por ciento de tu respuesta. ―Miró al techo―:  Dios, sácame de aquí. Te prometo que iré más a visitarte.

Las súplicas de Natalia se recogieron de inmediato y volvió la luz poniendo el ascensor de nuevo en marcha hacia la planta tercera. Las puertas se abrieron y ella se quedó parada dentro.

―¿No sales? ―invitó él con una sonrisa.

―Creo que prefiero volver a bajar. Gracias ―dijo con una sonrisa forzada.

―Bueno, pues encantado de haberte conocido.


Las puertas se cerraron de nuevo. En el trayecto de descenso, Natalia se planteó hacerse lesbiana de verdad si sus ligues por Internet le iban a deparar semejantes sorpresas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario